La pasión de Paloma Herrera por la danza la ha llevado a lo más alto.
El American Ballet, que hoy debuta en el Liceu con 'Don Quijote', se convirtió en su segunda familia a los 15 años.
Fuente: Marta Cervera www.elperiodico.com
Foto: Francecs Casals
De niña suspiraba por ponerse zapatillas de punta. En los recreos del cole practicaba pasos de ballet y nunca se le ocurría saltarse una de sus clases de danza para acudir a un cumpleaños. De mayor, su pasión por los fouetés y los arabesques ha ido a más y más. El ballet está en su ADN. «No sabría explicar de dónde surgió mi obsesión por las zapatillas de punta. Yo siempre tuve claro que quería ser bailarina y pensaba que, como yo, todo el mundo sabía desde pequeño lo que quería hacer en la vida», explicaba ayer, sin apenas rastro de su acento argentino, en el bar del Liceu, feliz de añadir un nuevo teatro a la larguísima lista de escenarios en los que ha actuado durante su carrera.Tenía muchas ganas de venir a Barcelona con el American Ballet Theater (ABT), que considera su segunda familia desde que entró en él con tan solo 15 años, aceptando el puesto sin tan solo consultar a sus padres en Buenos Aires. «Siempre me he sentido muy arropada. Primero por mi familia, después por mis maestros y mis compañeros. Aunque la vida de bailarina es muy sacrificada, yo me siento afortunada porque siempre soñé con bailar. Llegar a donde estoy es difícil. No bastan las ganas y el físico: es una combinación de muchos factores», explica esta mujer que a sus 36 años cuida su cuerpo, principalmente con clases de yoga y comida sana. Está abonada a las ensaladas de fruta y come pescado, pero no prueba la carne roja.
Las barras y los espejos de la sala de ensayos son su hábitat natural. «No me gusta ir de vacaciones. Aunque me encanta la playa, al segundo día necesito volver a mi estudio. La danza me da energía».
Ha sido en el ABT donde Herrera ha cumplido su sueño de interpretar los grandes roles del ballet clásico con Giselle, El lago de los cisnes, Don Quijote... Con este último título debutará el próximo domingo en el coliseo de la Rambla, donde la pieza no se interpreta desde hace 41 años. Es uno de sus papeles favoritos. «Le tengo un cariño especial, con él debuté como primera bailarina en el ABT», recuerda. Nadie hasta entonces había alcanzado tan joven, a los 19 años, la máxima categoría en la compañía neoyorquina que lidera KevinMc Kenzie. Él es el autor de esta versión, mucho más ágil y dinámica que la original, con la escenografía y el vestuario de la que creó y bailó Mijail Barishnikov. El bailarín ruso es uno de los ídolos de Herrera junto a la italiana Alessandra Ferri y a la francesa Sylvie Guillem. «Me gustan porque actúan de forma muy natural. Odio la sobreactuación. Cada paso debe salir de forma espontánea, no fríamente calculado. La técnica y los personajes se practican en las clases. A escena hay que salir a disfrutar y a conectar con el público».
Poco puede hablar de su partenaire en Don Quijote después de que su debut en el Liceu haya cambiado de hoy, día del estreno, a la última función del domingo debido a una lesión de su compañero, Herman Cornejo. «Mi pareja será James Whiteside, al que no conozco», admite sin atisbo de preocupación.
Optimista por naturaleza, confía que cuatro días bastarán para acomodarse a su nuevo partenaire. Durante años bailó con Ángel Corella. «Su marcha del ABT ha sido dura para mí. Ángel es un idealista como yo. No nos mueve el dinero sino nuestra pasión por la danza».
Él ya piensa en la retirada, ella ni se lo plantea. «Vivo el presente. Llevo 21 años en el ABT y no me he cansado de ningún rol. Llego la primera a clase. ¡Es una locura!»
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